Saltar navegación (alt + s)

Galardonados

Galardonados

D. Francisco Carrasco Carrasco (Curro Malena)

Medalla de Oro de la Provincia

Curro Malena es pilar imprescindible del cante flamenco en la provincia. Heredero de la tradición lebrijana en el seno de su familia, ha bebido de figuras indiscutibles y domina todos los palos del cante. Su trayectoria artística ha suscitado el acuerdo unánime de la Diputación para concederle la Medalla de Oro de la Provincia que, tras su fallecimiento el pasado día 20, recibirá a título póstumo. y ahora la Medalla de Oro de la Provincia.

 

La localidad natal de CURRO MALENA es tierra de familias cantaoras. El flamenco no se entiende sin su caldo de cultivo: el seno de las familias gitanas de Lebrija. El flamenco en Lebrija es un valor cultural del que estamos orgullosos todos los lebrijanos, una seña que nos enriquece como pueblo, una bandera, un estandarte, una marca, (como se entiende ahora en el lenguaje más moderno), un bastión que le debemos a las familias gitanas de Lebrija.

El cantaor lebrijano Curro Malena, nacido en el año 1945, ha sido un eslabón fundamental de esa cadena de transmisión del cante gitano hasta su fallecimiento, el pasado 20 de mayo. Nacido en una de estas familias gitanas de Lebrija, su infancia y su juventud se desarrolla en un ambiente festero, en el que el cante flamenco forma parte de la vida cotidiana y de los festejos del pueblo gitano.

Nieto por rama materna de Josefa Peña Flores “la Rumbilla”. Su padre, Antonio Carrasco Amaya “el de la Malena”, hijo de Magdalena Amaya Cortés, una gitana procedente de Arcos, que tenía un porte muy elegante y a quien le debe el nombre artístico, también cantaba y bailaba con gracia. Curro Malena tiene cuatro hermanos y todos cantan en ambientes familiares. Y todos tienen, de alguna forma, descendencia artística, ya sea en el cante, el baile y la guitarra. Mención especial a María Vargas Peña, la mujer de Curro, que lo ha acompañado siempre a lo largo de su vida.

La relación afectiva e identitaria de los gitanos de Lebrija con los gitanos de Jerez tiene un escenario muy concreto en el que también se sitúa la juventud de Curro Malena, que no es otro que el de las gañanías, situadas en la campiña a medio camino entre las dos localidades flamencas. En las gañanías, Curro “se mira en sus mayores”. Allí conoce a El Chozas, y entre el trabajo y las fiestas va creciendo como persona y se va aproximando definitivamente al cante. “La sangre me mandó cantar”, diría el propio Malena.

El cantaor posee un tesoro: las facultades que le han permitido desarrollar una carrera profesional amplia y, sobre todo, honesta y fiel con las reglas del cante jondo. Porque es verdad que Curro es un cantaor enciclopédico, es un estudioso de los estilos y de las voces de los cantaores que le precedieron; es sobrio y sereno, de ejecución impecable. Pero, como dijo un aficionado: “Curro es la vara de medir del cante gitano”.

Curro Malena hace un recorrido exhaustivo, a lo largo de sus 18 grabaciones, por el flamenco más ortodoxo: la soleá de Juaniquí; las bulerías de su abuela Rumbilla, o de Antonia Pozo; Antonio Mairena, que venía a Lebrija a escuchar a estas mujeres cantaoras; las bulerías del Chozas, o las cantiñas. Porque Curro Malena ha dominado todos los palos. Es un claro heredero de Antonio Mairena, aunque encontró su estilo propio e inconfundible. Muy profesional en las formas, con una expresión innata que le proporciona el haber nacido en una familia gitana de Lebrija. El cantaor parte del conocimiento, y los duendes acuden a su garganta y anidan en su voz. Porque Curro Malena tiene la fuerza en su expresión, suda la camisa y se sube al escenario para entregarse.

Los cantes de Lebrija, y los de Alcalá, los de Mairena y los de Cádiz. Cantes por fandango, los cantes de trilla, las tonás, los tientos, tangos, seguiriyas, cantes de ida y vuelta, romances, cantiñas, alegrías, todo tipo de bulerías. Curro Malena los estudiaba y los transformaba, siempre respetando la raíz, el estilo. “La música no se puede romper nunca”, le hemos escuchado decir, al igual que “Yo he llegao a cantar más de 30 variantes de la soleá”.

Según el crítico Manuel Martín: “Tres generaciones han encontrado en Curro al artista genuino y no al que escudriña en el mundo que se esconde detrás de la apariencia. Al artista que no da ojana porque se entrega hasta el último aliento en el escenario. Curro busca la verdad de los estilos porque vive en la autenticidad. Un artista que para no caer en el autoengaño de este tiempo, se deja atravesar por la realidad que lo rodea, que no es otra que Lebrija, la tierra que le permite registrar la realidad tal y como es”.